Zequi dice:

No se vayan sin dejar sus comentarios o los atormentaré...

martes, 23 de septiembre de 2014

BELLEZA (EPISODIO IV) EL NORTE DE LA MISTICA



Era de nuevo la misma pesadilla. A las mujeres mutantes se les sumaban aquellos que habían sido infectados por las pequeñas blancuzcas. Escapar usando la puerta principal se haría imposible. Cuando la primera modelo, aquella que se había comido a la presidenta de la Asociación de Moda de Argentina, estalló en mil arañas, los 5 se encerraron en la zona de camarines que ya estaba vacía, por que las modelos estaban en la pasarela, casualmente las 8 infectadas. Solo un sordo no escucharía la respiración de Amelia y Gabriel. Pero la criaturas no parecían tener interés en cruzar la endeble puerta. Se habían enfrascado en su bacanal adelante, donde la carne era abundante y los huéspedes se podían elegir. Pero estas mujeres se comportaban diferente a Marcela. No buscaban a Amelia, no hablaban locuras. Mas bien parecían presas de sus propios cuerpos bestiales. Sus caras desencajadas y doloridas solo colgaban de las babosas patas que habían crecido de forma casi aleatoria por todos sus cuerpos. Amelia era la que observaba por la cerradura, trémula como ella misma, algunas porciones de lo que acontecía con los pobres invitados, algunos de ellos, sus colaboradores desde hacia años. Trataban de huir pero no había un solo lugar libre de la enloquecida naturaleza de las mutantes. Y ella no podía abrir la puerta, no. No se atrevía.

- Creo que deberíamos correr. Aunque sea intentar escapar...
- ¿Estas loco, Rory? Si salimos nos infectan.
- ¿Ah si? Y ¿que vamos a hacer? ¿A quedarnos aquí para que entren e igual nos muramos? Por lo menos si corremos tenemos alguna oportunidad de salir. Hay mucha gente tal vez ni tengan tiempo de atraparnos a nosotros. Van a estar ocupados con los demás
- No tenés idea de la capacidad de replicación que tienen esos bichos. No va a haber 8 allí. Va a haber miles y todos nos van a querer a nosotros en cuanto nos vean.
- La pared de atrás es nueva – Amelia ya no miraba por la cerradura. Estaba con la mirada perdida en un pensamiento.- está hecha de durlock solamente, vamos y la tiramos abajo.

A todos les embargó el alivio. Aunque Rory parecía un poco decepcionado. Atravesaron ese mundo de ropa y en aquel preciso momento las deformes aberraciones parecen haberse acordado de ellos instantáneamente. Derribaron la puerta en tropel de patas puntiagudas, las ocho con un pequeño ejercito de infectados detrás y un mar de arañas blancas. Y aquel océano de ropa no las detendría para nada. Rory se apresuró a derribar la lámina de durlock de una patada. No tenían mucho... No. No tenían nada de tiempo y aun así salieron a un callejón ciego. Por que los que los perseguían no eran los únicos monstruos. La calle de atrás estaba completamente tomada por la infección. Se erguían golems que hubieran sido arboles alguna vez, rodeando el Palais De Glase. No había escapatoria, salvo quizás por un pequeño corredor libre de blancuzcas que parecía haber sido dejado a propósito.

-¡Vamos a ese auto!

Rory señalaba al final del camino. Un pequeño autito seria la salvación esta vez. Los de atrás se acercaban mas y mas pero los monstruos de la calle no parecían tener interés en ellos. Se quitaban del camino en vez de atacar mientras los cinco huían aterrorizados. Estaban forzando el auto cuando un gorjeo los hizo voltear. La silla era difícil de llevar y Parroquei no estaba en perfecto estado físico. Una pata puntiaguda la había alcanzado en el pulmón y la alzaba. Amelia la tomó fuerte de la mano y trataba de no soltarla con las esperanza de recuperarla pero ese monstruo la arrojó al mar de blancas arañas. Mientras la pobre institutriz era masacrada ya Rory había subido al auto y cerrado la puerta. Dejó afuera incluso a su endeble hija, aun así Gabriel yacía desmayado en el asiento trasero. no se sabria en que momento sucedió. Arrancó el auto y no se detuvo hasta la zona segura. Con total frialdad se paró a una distancia a la que podía ver a la pequeña mujer luchar por defender a la niña discapacitada, por sobrevivir.
En aras de disfrutar mejor del espectáculo se subió a la terraza de un pequeño edificio y ahí pudo ver como los engendros intentaban devorar a Amelia. Mientras lo cargaba todavía en su hombro, Gabriel se despertó.

-Mira, Gabriel. Las arañas blancas ni se le acercan. ¿No te parece que debe ser por que ya esta infectada?
En grito de “¡Infeliz!” el esposo bajó la escalera a toda velocidad. Se tropezó y rodó varios escalones pero a esta altura no sentiría nada mas que desesperación por su esposa. Para cuando llegó abajo los monstruos la habían rodeado. Ya estaban encima de ella y no la veía. No la vería mas, pensó él.
El estruendo de un relámpago que sacude el suelo seguido de un temblor. Pedazos de pavimento volaron por el impacto. Lo monstruos grandes desaparecieron. De entre el polvo la figurita delicada de Amelia se adivinaba, trayendo en sus brazos a la pequeña. Sus ropas estaban hechas jirones. Y ahora el objeto de terror del esposo cambió de dueño. Ahora teme a la miniatura angelical que tiene frente a sus ojos. Esa que era demasiado delicada para los deportes de contacto. Por que ahora había borrado de un solo golpe a esas inmensas bestias. ¿Estaba de verdad infectada? No. esto era diferente.

-Nos dejó solas. ¿Donde está?
-¿Sabias que en las primeras pruebas, las fatuas no resistían mas de 15 infecciones? El ADN extraño las alimenta. Pero también termina envenenándolas si se alimentan muy consecutivamente...
-Hiciste todo esto... Mataste a mis amigas. ¿Y todo era un experimento?
-No. No es un experimento. Yo estoy en el negocio de la belleza. Solo trato de renovarla. La belleza no es solo una piel tersa. Es fuerza y diversidad. Y eso es lo que me interesa. La diversidad. Las fatuas se pueden unir a cualquier especie. Con el tiempo poblaremos el planeta de una gama completamente nueva de belleza.

La mujercita no esperó a que terminara de explicar. Se abalanzó con un puñetazo tan violento como el que borró a las bestias allá atrás. Pero se detuvo al ver la transformación de la niña. Sus extremidades se alargaban, se ponía violácea. Aquellos dedos ahora eran agujas amenazantes.

-Ella queria ser mas joven. Yo la hice lo mas joven que se podía...

COTINUARÁ...

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